miércoles, 12 de octubre de 2011

La Distribución de las Riquezas

Es esta una expresión muy escuchada, pero no siempre comprendida, especialmente por quienes son mas afectados por la justicia o no que obre en ella, los de menores ingresos, los que no deciden sobre ella pero son las víctimas cuando es injusta.
Para entender de que se trata el tema de la distribución de las riquezas, es necesario que comprendamos el significado de algunos términos que a diario se leen o escuchan en boca de periodistas, políticos de cualquier orientación, funcionarios, etc.
Por ejemplo; Producto Bruto Interno, el famoso PBI, se refiere al valor de todo lo que produce el país en un año; aquí se suma la ganadería, al agricultura, la producción industrial, los resultados del comercio, los combustibles, la energía y su distribución, los servicios como la telefonía fija y celular, los transportes etc.
Es la suma del valor de toda la actividad realizada y de los bienes elaborados, producidos,  extraídos o cosechados, en un período determinado, generalmente un año, y de todo ello surge una utilidad, una ganancia llamada Riqueza Generada. Es decir la suma de todo lo que se gana en el país por todo lo realizado, es el valor del esfuerzo de toda la población, de todos los niveles y profesiones.
Y entonces surge la pregunta: Quién recibe toda esa Ganancia? Como se reparte esa Riqueza?  De esto se trata la expresión: Distribución de las Riquezas. Y esto no siempre es justo, en realidad muy pocas veces lo es. Generalmente el que mas recibe no es el que mas se esfuerza, el que mas trabaja. Son pocos los que perciben el verdadero valor de su trabajo. Los salarios son el resultado de decisiones que nada tienen que ver con la participación del trabajador, el resultado de su tarea y la riqueza producida. En el mejor de los casos son producto de negociaciones y convenios en lo que se discute no el valor de la producción, sino que es una puja entre el que pretende pagar lo menos posible para aumentar sus ganancias y los que defienden el derecho del trabajador.
Esta situación también está regida por la infame Ley de la oferta y la demanda; otra vez el mercado establece las reglas de juego, si en un lugar hay muchos desocupados, por necesidad aceptaran trabajar por lo que les ofrezcan, que será mucho menos que lo acordado en los convenios, en negro, sin ningún beneficio o protección, ni derecho a reclamo.
Como ocurrió en la década infame del ’90, de la que aún hoy arrastramos la carga que nos dejó, en que prolijamente, con fina planificación, desarmaron el aparato productivo que genera puestos de trabajo.
Los que demandan mano de obra abundante, la industria manufacturera, las fábricas, esas que emplean a cientos, miles de trabajadores, en labores bien remuneradas, y que producen los bienes que usamos en nuestra vida; maquinas, ropas, herramientas, automóviles, electrodomésticos, etc..
Esas cosas que durante mucho tiempo se fabricaban en el país, las que llegamos a exportar, cuya calidad era reconocida, y cuyas fabricas, con dolor, vimos cerrarse unas tras otras y de las que millones de argentinos fueron despedidos, mientras que nos enterábamos que se instalaban en otros países, y desde allí nos vendían  lo que antes nosotros producíamos. Para agravar la crisis del pueblo, se promovió la inmigración indiscriminada de personas, con costumbres muy diferentes a las nuestras, incluso muchas de ellas con antecedentes penales,  que vivían en lugares sumergidos en la pobreza, donde eran sometidos como esclavos. Y no se trata aquí de discriminar, pero la realidad es que haber abierto las fronteras a cualquiera que quisiera radicarse en la Argentina fue parte del perverso plan, no de una actitud humanitaria integradora. Esa población tan diferente a nosotros, dispuesta atrabajar por lo que fuere, en cualquier condición y por lo que sea, sin leyes que los protejan, porque desconocían su existencia, ayudó al crecimiento de la desocupación,  contribuyó al proyecto de destrucción de la dignidad del trabajador argentino, que ante el hambre tuvo que aceptar trabajos en las peores condiciones, viendo la destrucción de sus conquistas en los aeuntos laborales, sin poder hacer nada, por que la consigna era; “Quiere trabajo estas son las condiciones, si quiere lo toma. sino, lo deja, por que detrás suyo hacen cola los desocupados, y además los recién inmigrados aceptan trabajar por lo que fuere y sin exigencias”.
Y así se llegó a que del reparto de la Riqueza Producida, a los trabajadores solamente llegara el 14 %, cuando a en otras épocas había alcanzado el 53%. Es como si con los precios de hoy los salarios fueran cuatro veces mayores.
Y al explotarnos por la necesidad, nos manosearon a su antojo, fijaron los días y horas de trabajo como quisieron, ya no se respetaron mas, ni siquiera los feriados, y las vacaciones se debían de tomar cuando el patrón lo decidía, entre otras muchas aberraciones.
Ese es el resultado del liberalismo, del entregar al Mercado el control, de darle a los lobos que cuiden a las ovejas, por que el mercado tiene rostros, los de todos que dicen que el estado no debe inmiscuirse, no debe ser protector, con la excusa de la libertad, ellos aspiran a apropiarse del control.
A este estado no se llega por casualidad, es necesario de un plan nefasto, pero cuidadosamente elaborado, para destruir una sociedad de igualdad de derechos y oportunidades, justa y solidaria, y construir en su lugar, un terreno de miserables que compiten por migajas en un sálvese quién pueda, arrastrados a consumir lo que ellos pretenden, y en ese como en otros temas lavarnos la cabeza de que todo está muy bien, mientras vaciaban nuestra patria.

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